Monday, August 07, 2006

99 Red Balloons

El viaje flash por la casa de mis viejos, me recordó la época de la Universidad, cuando a veces partía con una mochila pequeña a pasar un fin de semana cualquiera con mi familia, mis perros y algunos amigos.
Ahora fuí a acompañar a Reifas en su cumpleaños. Que fué con banda. Semi de Jazz, semi Tropicaloide. Un lujo a metros de la playa, con ron en mano, buena música y repartiendo abrazos. Buena fiesta, quizá la mejor de agosto. En un Pub " que está cerrado para nosotros, aquí no hay nadie colado, la raja, pura gente que conocí".

Y en una de las conversas, un amigo me dice:
_Al final, uno se empieza a juntar con los que más que te dejan ser, con los que ven la vida como tú_
_Puede ser ah...yo ya no veo a algunos...no sé si es por eso, pero las cosas van cambiando_
_Por qué no los ves?_
_Porque se volvieron extraños para mí quizá, no sé, no puedo profundizar mucho en esta fiestonga....mira a Reifas - digo apuntando con el dedo-, ya le salió el súper latino y empezó a sacarse la ropa_
_Jajaja_
_Pero viste...hay cosas que no cambian_
_Andai "iluminati"_ le respondí.

Me fuí a un baño en un momento. Y allí apareció uno de estos típicos personajes que te miran y te dicen "Oye, estudiaste en tal colegio", "Qué es de tu vida pos". Es lo que llamo yo "buena onda repentina" o "Arrested development". Salgo de ese baño, me voy al bar. Suena "Daft Punk", one more time.
Después una chica me dice "hola", que sino me acuerdo de ella, que estudiamos juntos hace años y que qué hago en Arica, "porque me enteré que estabas en Santiago". Y no me acordaba de ella, y mientras me reía porque me hizo adivinar su nombre, y entre que me apoyaba en la barra y me salía el Jud Law, la chica, que era bien atractiva a eso de las 3 a.m, se puso a conversar con otro, y yo, con otra. Fin del coqueteo no más. Nada de jotear. Eso no se hace. No está en el decálogo.
A ratos iba al baño. A ratos.
Y como le contaba a Len, ando en periodo fertil, y fijense que otra "shiquilla" se me acercó; que sabía lo que estudiaba porque me conocía desde hace 4 años, una vez que estaba en la casa de Reifas. "Ah, wena", le dije, ya no como Jude Law, sino a lo Nicholas Cage en "Leaving las Vegas".
Que maldito pesado puedo llegar a ser cuando se me pasan un poco las copas. "No eres pesado, eres indiferente, ella, la que te habló, para ti no existe", me decía Pebles, mientras se agarraba la guata de risa de mi actitud, tan ¿ ni allí?, ¿borracha?, ¿patética?, ¿auténtica?.

Salí de allí, de la fiesta, sin despedirme de casi nadie. Porque si lo hacía, sería un poco difícil decir que me iba. De seguro terminaba en la casa del cumpleañero, o en la playa con el sol del mediodía en la cara. No se podía. Había que estar con la familia en horas más. Lúcido, dentro de lo que más se puede.

Al otro día, vino mi sorpresa. Al otro día, me encaramé arriba de un árbol a comerme una maracuyá, mirando los cerros, mientras ese vientecito medio tristón del valle, a eso de las 5 de la tarde, me pasaba por encima. Impagable.

Alph.

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